EL TRADICIONAL PAN DE MUERTO
Mi papá tenía mucha ilusión en que yo siguiera estudiando, pero empezó a enfermar. Cuando se sintió de plano muy mal me dijo: “perdóname hijo, pero creo que ya no va a ser posible que vayas a la escuela es que mi enfermedad creo que es definitiva…ahorita así como me siento…” El fumaba muchísimo. Estaba seguro de lo que le esperaba. Le entro cáncer en la garganta y esta enfermedad se lo llevó.
Entonces no me quedo otra alternativa que meterme al amasijo y empecé a darle a lo que mis antepasados me habían enseñado y la pobre manera como lo practicaban.A mi papá, la muerte lo sorprendió “con las manos en la masa”, un 30 de Octubre, precisamente cuando estaba mojando la harina para hacer el pan de Todo Santos.
Mis hermanos Roberto y Armando, le estaban metiendo leña al horno y mi hermanita Cristina iba llegando con el ocote encendido, escurriendo de trementina y echaba reharto humo…mientras yo acomodaba las tablas.Mi mamá estaba sacudiendo una bolsa de manta, me acuerdo porque esas bolsas las lavaba bien y nos hacia nuestras camisas y los calzones de mi papá, entonces se puso blanca blanca la casa de tanta harina que tenía todavía la bolsa, parecíamos fantasmas como nos blanqueo, entonces mi jefe empezó a toser re-feo y pensamos que le había entrado harina por la nariz. Yo le dije a mi mamá: “porque no lo sacudió uste afuera, no que ya nos está ahogando a todos”. En ese momento que se oye un golpe duro, así. Bien hueco, que volteamos rapidito y que vemos a mi papá que estaba clavado entre la harina mojada, lo sacamos rapidito entre todos, le limpiamos la cara… pero ya no se pudo hacer nada, ¡estaba muerto! Empezaron los llantos y el alboroto. Esa harina ya no la ocupamos, no me acuerdo cuantos bultos eran.
Se dispuso lo del velorio. A mí me toco hacer el pan, nomas se me rodaban lágrimas sobre la harina que estaba yo amasando. Creo que nunca he comido un pan tan salado como el que dimos cuando se murió mi papá.El amasijo dilato muy cansancio y me enseño a quererlo, porque fue la primera tumba de mi padre en nuestra propia casa y, además, pues de algo teníamos que vivir de ahora en adelante…
En aquel tiempo la harina era otra, se podía trabajar con la mano, se prestaba perfectamente. La levadura en pasta apenas empezaba a usarse, aunque mis tíos nos contaban que años atrás fermentaban la masa con pulque, porque no conocían la levadura… yo ya use la levadura en pasta, sobre todo con el pan que llevamos a los Mixes.La segunda herencia que nos dejo mi padre fueron los clientes que había hecho en los Mixes y desde el principio empecé a viajar por esa región. Nuestro pan era de muy mala calidad, que en el mismo pueblo era imposible venderlo; solamente le poníamos como ingrediente a la harina agua, levadura y sal. Empecé haciendo eso que se llama pan “amarillo”, no sabia yo hornear bien y pues como no estaba acostumbrado con el calor del horno no me acordaba mucho… el pan salía de colores, medio crudo o de plano s eme quemaba.
Reconozco que por esa razón no se vendía mi pan en Mitla…solamente a los mixitos les parecía como alas de ángel. Pero no se crea, compadre, no era tan fácil subir al cerro, le poníamos el fuste a nuestras bestias y con los canastos bien atacados nos íbamos desde el viernes al medio día y regresábamos hasta el lunes… y otra vez a darle.Yo sentía que estaba muriendo de cansancio y apenas empezaba. Poco a poco pensé que no era posible seguir con ese tren de vida. “tienes que buscar otras formas Gerardo-me dije- invéntate otros tipos de panes, porque si no te vas a ir con tu papá muy pronto…”
Así fui echando lente en otras panaderías. Un buen día me decidí y que le entro a chambear en una panadería de Oaxaca. Pele bien el ojo y allí aprendí rápido a hacer famosas “conchitas”.Con la receta en la mente, muy decidido, renuncie y ahí voy para mi pueblo, “ora si, Gerardo, te vas a volver rico horneando conchitas”.
…Puros pedazos como engrudo se hacia mi harina, creo que no me había fijado bien que otra cosa le ponían. La pasta nomas se me desmoronaba en el amasijo. A varios del oficio les pregunte, pero estaban “pior” que yo… nomas se desmoronaba la pasta.Por un tiempecito batallamos bastante haciendo experimentos hasta que dimos con la clave. Por poquitos trabajamos para probar, por poquitos. En nuestro pueblo siempre hemos sido legales y para no engañar la lengua de nuestros paisanos, pues siempre le poníamos manteca de cerdo hasta que un mal día, mientras experimentábamos, le metimos a la pasta manteca vegetal y mire usted la falsedad, el remedio fue precisamente eso…¡ La manteca vegetal se sentía!...se sentía re raro aquello. Como chamacos empezamos a jugar aquella bola y a estirarla como cuando se masca el chicle, con decirles que hasta nos chicoteamos con aquella pasta que ya no se desmoronaba…
Parece que veo salir aquel montón de “conchas” bien cociditas del horno. La lumbre nunca dejara de quemar, pero tuve que vencer el miedo para ver como cambiaba de color la pasta cruda, “tris” “tris”, nomas se oía cuando se iba quemando la leña y luego el olor, ese olor que solamente Dios sabe por qué nomas el pan lo posee…La mera verdad siempre he sido muy terco. Creo mi frustración por no haber podido ir a la escuela me ha vuelto así. No soy resentido social, ni mucho menos, pero si no fui maestro como era mi deseo, creo que no soy tan mal “maistro”, je, je, je…
Tiempo después trate de meterme con el pan de “yema”, el que ahora es tan famosos y le decimos “reventado”, este hasta se abre a la hora que se está horneando por tanto material que se le pone…igualito, antes de hacerlo, fui a la ciudad de Oaxaca a rogarle a algunos compañeros para que me dieran la receta. Yo confiaba siempre en la buena voluntad de mis paisanos. Unos me dijeron que a un kilo de harina le pusiera 5 yemas de huevo “criollo”, meramente de rancho, de los colorados, y si era posible que las gallinas las hubieran puesto el mero día, porque lo caliente del culito de la gallina es lo que hace que no se corte a la hora de batir…cosa de ingenuidad, pero en esto del pan hasta las gallinas salen poniendo, je, eje, je. También me dijeron que le pusiera 450 gramos de azúcar por kilo…”le vas a cargar 50 gramos de azúcar de lavadura, 100 gramos de manteca o de mantequilla, ya con esto, lo dejas reposar cuatro días y luego los horneas”…¡Válgame Dios! el resultado fue desastroso, la más nunca fermento, creo que estaba muy cargado de azúcar, pues aunque sea para la casa, dije, y que lo meto al horno. ¿Usted conoce los adobes? Bueno, pues con decirle que tuvimos que jalar aquella enorme plasta con dos horquillas, era una vil piedra, parece que todo el egoísmo de mis compañeros se hubiera compactado ahí…
Vino un segundo intento, para entonces ya lo hice según me dicto mi entendimiento y en un kilo de harina le eche 25 huevos, 100 gramos de azúcar, 200 gramos de levadura, manteca de cerdo, canela molida, anís, y francamente ahorita no recuerdo quien me dijo que le pusiera mezcal y pues, en vez de agua, le puse casi un litro de mezcal.Después de pegar la más me fui a la Iglesia a pedirle a San Valentín que pusiera su sagradísima mano sobre mi amasijo y que me hiciera un milagrito. Creo que me tarde como dos horas rezándole y hasta le dije una lección del método onomatopéyico del “panadero hacían pan, pan dulce, pan de sal, rosquita para los niños que lo veían hacer pan…”
Cuando regrese mi masa estaba completamente pasada de punto y que le digo: San Valentín, ilumíname. Entonces lo que hice fue agregarle otro poco de harina, otro poquito de azúcar y empecé amasa y amasa. A esa hora luego entable y me acosté a dormir, rezándole siempre a San Valentincito.Con la tentación ni me agarraba el sueño. Como a las tres horas me levante y fui a ver a mi masita, Y la sorpresota, otra vez había pasado de punto. Desesperado que la meto al horno. Por Dios que no sabía qué hacer cuando vi que mi masa mejor se aplasto, como embarrada quedaba en la pala, salió simple, simple.
Esto fue un rompedero de cabeza. Me preguntaba ¿Cómo es posible que sin una masa me dura cuatro días y no fermentaba ahora en 5 horas se echa a perder…?Pero yo ya estaba encaprichado: “me tiene que salir, me tiene que salir o no me llamo Gerardo Morales”, me dije y que empiezo de nuevo.
Y así, con la bendición de San Valentín, hice una cruz con harinita en el amasijo, un poquito de agua bendita y prendí una veladora también.Que me ocupo las manos y que me limpio el sudor de mi frente y que empiezo: haber, haber, un kilo de harina, 200 gramos de azúcar, sus 25 yemas de huevo recién saliditos de la gallina, 250 gramos de levadura, canelita, anís y el típico colorante amarillo. Si esto no se cuece por fuera que me cueza por dentro y que le pongo dos copas de mezcal, del mero legitimo.
Así, deje reposar la masa unas dos horas, luego la entablamos y exactamente a las seis horas la metimos al horno, con baja temperatura, por si las dudas… cuando va saliendo el pan ahora si era un encanto…¡tal como yo lo quería! ¡Al fin habíamos dado con la receta!.Esta masa la deje en el horno aproximadamente cuarenta minutos. Se había calentado una carga de leña de encino…todavía no teníamos calentador de petróleo como ahora. No, si los tiempos han cambiado.
Ya con calma anote todo en un papel y se lo comunique a mis hermanos y les dije: al poder hacer un kilo tengan la seguridad de que vamos a poder trabajar los quilos que queramos, hasta un bulto de harina, la cuestión nomas es multiplicar por los quilos que se vayan a hacer, je, je, je.En lo que si no se puede multiplicar de todo es en levadura ya que no es igual trabajar un poco de diez kilos para una sola horneada que trabajar con cuarenta y cuatro kilos que serian hasta tres horneadas, puesto que las primeras dos horneadas si saldrían bien, pero ya para una tercera se bajaría la masa.
Si se va hacer bastante pan del mismo debe calcular el tanto de levadura… así perdimos el miedo y empezamos atrabajar.Lo fuimos practicando poco a poco. Empezamos como en febrero… cuando llego la fiesta de muertos, risa nos daba hacer los bultos que fuera.
La mera verdad me enoje tanto con San Valentín que ya ni me acordaba de él; hombre de poca fe, je, je, je.Me acuerdo que de un kilo, según lo pese, me salieron 6 piezas. En un principio eran de buen tamaño, como de 350 gramos cada “masa”, porque ya horneado pierde peso; el pan tiene que salir livianito, ese es el chiste.
Sinceramente ese pan no se conocía en Mitla. Nosotros los Morales fuimos los primeros en hacerlo, y el que diga que miento que me lo reclame.Ese pan era una maravilla. Todos en la casa estábamos bien ilusionado, y el domingo la casa amaneció oliendo a pan “reventado”.
Parece que veo como salían, como pedazos de oro de una mina; como se movían el fuego de aquella leña que nomas tronaba.Mi mujer, bien apresurada, saco del baúl su mejor mantel, bien bordado y almidonadito, y lo puso sobre una canasta, de las anchas. Pobre de mi vieja, con que cuidadito fue colocando aquellas seis piezas, como si estuviera acostando a sus nenitos… y así se fue por todo el camino con sus pies de fuera. No, no teníamos para huaraches todavía.
El mercado que se llamaba “Lázaro Cárdenas”, de veras se vistió de lujo ese domingo. En un ratito se llevaron las seis piezas, en ese entonces las dimos a tres pesos, pero eran de lujo.A la gente le encanto mi pancito y a la tercera repuse lo perdido.